Voto útil o utililitario



Voto útil o utililitario, pensantes o dogmaticos; inescrupulosos o cuerdos.., podrán ser algunos de los tantos calificativos para quienes aun siguen creyéndoselas de que con el discursito, y la virtud de los pases “mágicos” con sus manos mientras habla.., el comodín titiritero del imperio llamado Antanas Mockus, efectivamente va a ser un gobernante que luchara contra la desigualdad y la injusticia social.

Basta oír al mesiánico candidatico hablar sobre tema tan esencial como es la vida misma, cuando le “tocaron” el tema de los diálogos con el movimiento insurgente.., que ahí si, sin pensarlo dos veces, ni tanta simbología… se fue contundentemente con su respuesta que a lo mejor le llevará al solio de los descarados inquilinos que se gorrean la vivienda y la sopa a costillas de nuestro querido Juan pueblo durante cuatro largos años., colocándose al lado de la mas rancia y asquerosa oligarquía y del régimen dictatorial.

Responder, que si quieren dialogo., lo hagan ahorita mismo con Uribe, por que el no va a dialogar.., es el insulto mas craso que le haya hecho a los Colombianos que nos la jugamos toda por una salida negociada al actual conflicto social y armado que se vive en nuestro país durante décadas.

El régimen dictatorial de Colombia, nunca ha estado ni va a estar dispuesto a perder el poder, por lo que ágilmente nos han maquillado candidatos con diferentes barnices, y fono mímicas que cualquier payasodel circo “chanchiras” le quedaría corto en la actuación.

Mockus, como Obama en Norteamérica, es “la caca menos olorosa” o el “mal, menos pior” me decía Juan en la cafetería recientemente, analizando o posando de politólogo y alcabalero profesional, vaticinando la derrota del uribismo, y la caída de un modelo de gobernabilidad propio de una “doctrina” enmarcada dentro del mas salvaje y represivo neoliberalismo a la usanza del siglo XX en el XXI

Maquillan tan bien los titiriteros a sus títeres, que de verdad logran seducir a mas de un incauto con esa deslumbrante fraseología que solo ellos se las creen. Dialogar.., no es negociar, pero si es un punto de partida hacia la concertación de unas determinadas reglas de juego yen este caso me refiero a un acuerdo humanitario, colocándole un cronograma fácil de realizar, como fecha, tiempo y espacio además de una serie de compromisos.., que culminen en la libertad de cientos de personas privadas de la libertad.

A muchos despistados les encantó el chiste de mal gusto proveniente de Mockus cuando mando a dialogar con Uribe, sabiendo que primero se venden escapularios en la puerta de los infiernos, que las FARC-ep estarlo haciendo con Uribe, cuando el mismo se ha negado a facilitar esta salida posible; enviándole al pueblo Colombiano, particularmente a los cautivos , familiares y afines.., la condena por anticipada, ya que se desprende de esta “sabia filosofada” lo que nos espera, con el nuevo principito en palacio, no otra cosa diferente que la confrontación armada donde lomas seguro es que sea mi querido Juan pueblo el que siga llevando del bulto, pues no serán los hijos de los congresistas, menos del Mockus y sus Ministros incluido de los seudo izquierdistas vergonzantes en su trono, los que vayan “frentiando” los combates con sus tropas defensoras del régimen.

Es el servilismo idiota, desgraciadamente de un foráneo representando a los Colombianos y Colombianas ante el imperialismo y el régimen Colombiano sobre todo al sector privado que se verán mas fortalecidos como cuando siendo Alcalde Mayor de la Capital Bogotá accedió sin renuencia a la privatización como fue el caso de la EEEB pasando a ser CODENSA de los Españoles y como Lituano, no le importará si lo poco en manos del estado pasara a ser ya no de Españoles sino de cualquier mercader mundial que se aparezca por ahí comprando la ETB como fue su intención y tantas cosas más, porque si en Bogotá hizo esto.., que nos espera ya pudiendo incidir en toda la Nación y su patrimonio.

Es tan inútil el Mockus, que contrario a lo que muchos piensan -cuando de calificar honestidad se trata-, que mientras otros Alcaldes se robaron los presupuestos, este dejo la plata al próximo Alcalde –como si esto fuera una odisea, cuando quiera que demuestra su falta de poder de ejecución presupuestal y de Gobierno.

Un filosofo de la talla de don Mockus, no debiera afirmar y sin fundamento alguno, lo que recientemente dijo refiriéndose a una posible alianza con el Polo Democrático AlternativoPDA al calificarleargumentando algo así como de que :“el Polo sigue siendo la parte blanda de la guerrilla..””, pues aquí ni blanda ni dura, porque si el Polo fuera la expresión de la guerrilla, a otro precio se cantaría en Colombia, ya que los votos aunque parezcan pocos, es la expresión consiente de nuestro pueblo que entonces estarían votando por la vía militar y como tal lo estarían haciendo en la práctica a lo largo y ancho del país y yo mismo como militante Polista no me desgastaría escribiendo, sino disparando.


Entonces el discurso del tio sam en donde queda, cuando por informes de su hijo putativo en casa de Nariño, el movimiento insurgente en Colombia es cuento tan solo de la historia, que supondría la no presencia de gringolandia con sus bases en nuestro territorio, del Plan Colombia, ni de que aproximadamente el 60% del presupuesto vaya para la guerra.

Ese ensalzamiento del Mockus, esta “quemando” a un pueblo inocente, que cansado con la violencia para estatal y paramilitar, vio con buenos ojos a un candidato que diferente al Santos, no hablaba en función de la guerra sino de lo social, pero que últimamente ha venido mostrando sus verdaderos afilados y mortales colmillos y recordaran que así fue Obama en USA y a donde está el retiro del ejército invasor en Irak? Porque sigue invadiendo y asesinando a inocentes en Afganistán? Porque no ha entregado a Guantánamo a sus verdaderos dueños, los isleños de la Cuba Socialista y porqué sigue congraciándose con el famoso TLC para Colombia, y tantas cosas mas en el Continente?

Es hora de la reflexión y evitar elegir la continuidad este 30 de mayo deslumbrados con el discurso ya mal oliente del lobito vestido de mansa oveja votando a conciencia por candidatos que de verdad tengan planteamientos en defensa de nuestro pueblo y no soporten su programa en un plan guerrerista y represión como el de Santos, Nohemi; Vargas LL,y el mismo Mockus ahora con su bacanidad de mensaje respecto al diálogo.

Flores envenenadas afectan hombres y mujeres


Las flores son una sonrisa de la vida, un símbolo de resurrección, por eso en las tumbas desde los tiempos mas antiguos de la prehistoria se encuentran flores, personifican el anhelo de eternidad, son bellas, y por eso se utilizan para adornar nuestras casas, balcones e Iglesias, este mes de mayo es llamado el mes de las flores y los altares y capillas se llenan de esta ofrenda de la naturaleza, antes fue la Semana Santa y los pasos sangrientos se cubren también con profusión de flores llenas de colores, porque perfumen no tienen, las rosas, los claveles como el resto crecen en invernaderos, es decir que se cultivan de manera industrial, sus precios son así competitivos, podemos ofrecernos ramos en los templos del consumo sin arruinarnos demasiado, pero cuando llegamos a casa con un ramito o quedamos deslumbrados por la riqueza de colores en las Iglesias deberíamos pensar como esto se consigue, de esto es de lo que quisiera informarles.

Tanto en Colombia como en Kenia los invernaderos dedicados a este cultivo se extienden por grandes superficies, en Colombia la asociación Cactus hace tiempo que protesta por este tipo de explotación de la cual las mujeres son las primeras víctimas. Los cultivos se hacen a base de productos químicos, fertilizantes y pesticidas, una de las principales consecuencias es el agotamiento de la tierra, que queda inservible, nos roban nuestra madre tierra, la esterilizan, protestan algunos que poco eco encuentran en estos tiempos de criminal globalización.

También roban las vidas de los que allí trabajan, las mujeres son las que sufren mas de este veneno que están obligadas a respirar, en los invernaderos se pulverizan los productos venenosos para los insectos y que lo son igualmente para las que allí trabajan, los casos de enfermedades, abortos, esterilidad son incontables, si las trabajadoras protestan se les despide, la mano de obra abunda, la miseria la proporciona, después de pulverizar los ramos antes de empaquetarlos para la venta, sobre todo en Europa, se les llena de veneno para conservarlos, no se debe entrar en ese sector durante la operación debido al peligro para la salud. Aun así se obliga a las trabajadoras a entrar, hay que darse prisa, aquí esperamos estas flores envenenadas, algunas se desmayan y son inmediatamente despedidas y enviadas a sus casa, como suelen estar lejos de allí se encuentran en medio de campos, de noche y solas y así muchas han sido victimas de violencias sexuales, a nadie le importa, son mujeres, pobres, muchas de ellas con niños a su cargo, se puede hacer lo que se quiera con ellas.


En estas empresas los sindicatos no existen, si alguien quiere fundarlos es despedido y en un país donde los sindicalistas son asesinados continuamente no es muy corriente que el sindicalismo florezca entre los ramilletes. Si los hombres también padecen de enfermedades producidas por las fumigaciones, las mujeres son las que cargan con mayor numero de horas de trabajo, hasta 15 por día, sobre todo durante nuestras fiestas tan románticas y sentimentales, día de San Valentín, Día de la Madre, fiestas religiosas y ofrendas a virgencitas variadas, pues bien estas flores que ofrecemos representan el dolor y la muerte para los que trabajan en su producción, leucemia, malformaciones, epilepsia, envenenamientos, todas estas patologías se han encontrado en los que trabajan en esta esclavitud actual, digo esclavitud porque si se trata de ciudadanos libres la pobreza les lleva a aceptar el trabajo en estas tristes condiciones, el que pasa hambre no es libre, así de claro.

Una mujer empleada en estoas empresas de muerte dice que las flores son hermosas pero que para que lo sean roban su vida y la de sus compañeras, cada día de trabajo representa años de vida en menos para los que allí penan.

No es la primera vez que se habla de esta explotación, de estas condiciones de trabajo inhumanas, el jefe de una compañía de las que allí opera contesto a las criticas diciendo que n Kenia trabajaban por un plato de arroz diario y que en Colombia pedían mas, seguramente pedir trabajar y vivir dignamente es demasiado para los millonarios de la industria explotadora. Pedir que se vigile lo que allí pasa es inútil, cuando las asociaciones de derechos humanos se interesan y hay alguna inspección todo esta amañado, se recibe a los inspectores enseñándoles instalaciones perfectas y algunas empleadas cantan las loas al trabajo que realizan, las visitas están anunciadas y todo preparado,

No se que pudiera hacerse para remediar este estado de cosas, lo único eficaz seria acabar con el capitalismo, si no lo hacemos los crímenes, robos y exacciones continuaran y al fin la globalización acabara con nosotros y seguramente no tendremos derecho ni siquiera a un ramillete de flores envenenadas en nuestra tumba.

Tengamos presente, al menos, cuando una flor nos sonria de que es una sonrisa mortal para muchos de los que la hacen posible, malditas flores, flores del mal, flores del capitalismo.

EL ANARQUISMO HOY: ¿MODA O TENDENCIA?



EL ANARQUISMO HOY: ¿MODA O TENDENCIA?


"La sangre sigue queriendo descifrar
aquel sueño increíble de vivir"
(Lalo Barrubia)

1.- Caetes es, respecto a los grandes centros superpoblados, un distante y humildísimo distrito en el nordeste pernambucano de Brasil cuya visibilidad nacional e internacional obedece exclusivamente al sencillo hecho de que allí fuera el lugar de nacimiento de Luiz Inacio da Silva -Lula, para los íntimos y para quienes no lo son-; el mismo que fuera primero vendedor de maníes, luego lustrabotas y acto seguido agitador en las fábricas metalúrgicas del cordón industrial de San Pablo para, finalmente y luego de varios intentos fallidos, acabar ocupando nada menos que la presidencia de ese gigantesco país. En Caetes, donde muchos desplazamientos siguen haciéndose en carretas tiradas por bueyes, Corina Guilermine da Silva, de 75 años y tía de Lula, vive todavía en un ambiente habitado por cinematográficas paradojas: mientras ella carga leña por caminos de tierra, en su granja de sobrevivencia la aguarda el cloquear de las gallinas, frijoles secándose en las paredes y un disco de antena satelital. Guilermina resolvió en tiempos inmemoriales que, si en Caetes había nacido, en Caetes habría de morir. Su acostumbrada y cansina resignación no parece haber contagiado a Heraldo Ferreira, un primo segundo de Lula, dado a la práctica política y que en las elecciones del pasado 3 de octubre compareció como candidato a concejal por el Partido de los Trabajadores en Garanhuns, una de las ciudades más grandes de la zona. Ni tampoco ha hecho mella en José Moura de Mello, otro primo segundo del presidente norteño, que se manifiesta preocupado porque los esquemas para la reducción de la pobreza, burocracia mediante, no han ofrecido resultados ni funcionan correctamente. Más optimista es la maestra Maciani Justina do Santos, quien declara apreciar ya mismo los cambios habidos y también que los libros hoy disponibles en su escuela del propio Caetes eran inexistentes en aquellos lejanos tiempos en que la madre de Lula marchó con él y sus siete hermanos, en camión y rumbo al sur, en busca de un futuro mejor. Mientras tanto, la miseria secular continúa y seguramente continuará asediando ésa y tantas otras regiones de Brasil; tal como lo hace y seguirá haciéndolo en una innumerable constelación de puntos de una América Latina sufriente todavía. Quizás con otros rasgos, probablemente con distintas gravedades, estas pinceladas sobre el Caetes de Lula podrían replicarse sobre el telón de fondo de la Sabaneta de Hugo Chávez o el más familiar barrio de La Teja de Tabaré Vázquez.


El fracaso estrepitoso y notorio de las políticas bien o mal llamadas neoliberales, y el consiguiente giro a la izquierda que parece estar operándose en el continente, vuelve a ubicar en el primer renglón de la agenda ese tema mayor que es la pobreza y lo que ésta representa en términos absolutos y relativos: es decir; por un lado, una deficiente calidad de vida y, por el otro, una insultante distancia social. La pobreza, entonces, instalada en el centro de múltiples preocupaciones y asumida como realidad propia e intransferible desde la resignación, el conformismo, la apatía, la desconfianza, el optimismo o el pragmatismo político. Según lo visto y sabido, además, es precisamente el pragmatismo político el que luego la baraja y la ordena como parte de un menú restringido de opciones contradictorias. Lula y los suyos -en Caetes o fuera de él- ya saben, luego de sus dos años inaugurales de gobierno, que el plan Hambre Cero y su intención de que 46 millones de brasileros pudieran comer decentemente todos los días ha de instalarse en un espacio de otros marcos teóricos, de otras tensiones, de otras prioridades y de otros bagajes propositivos donde también juegan las preferencias de distintas bancadas parlamentarias, las inercias estatales, la necesidad de fondos para atender la deuda pública o el imperativo de preservar la disciplina fiscal. Las reacciones subsiguientes oscilan entre la renovación de la esperanza y los nuevos semblantes de la decepción. Así, en su primera competencia electoral desde el gobierno, el partido de Lula se encuentra perdidoso en San Pablo y Porto Alegre -dos ciudades en las que fue tradicionalmente fuerte-, al tiempo que los 46 millones de brasileros continúan esperando. Como continúan esperando -cifras aterradoras si las hay- los 220 millones de personas que en Latinoamérica y el Caribe son considerados pobres o los 840 millones de “malvivientes” en todo el mundo que padecen desnutrición crónica o los 1.200 millones de seres humanos que sobreviven con menos de un dólar por día.[1] Según parece, en torno al asunto se configura un vacío de respuestas cabales y de enérgicos cursos de acción que, hasta ahora, parece imposible de llenar.



2.- Tiempos hubo en que problemas de éste y otros tipos se encontraron recogidos en recipientes políticamente arriesgados pero intelectualmente acogedores y rebosantes de certezas. El pensamiento dominante entre la izquierda latinoamericana de los años 60 y 70, por ejemplo, se fundamentaba en una concepción evolucionista de la historia según la cual la sociedad socialista era no sólo necesaria sino también inexorable y, además, se apoyaba en ciertos análisis de situación según los cuales esa misma configuración societal también estaba a la orden del día. La pobreza bien podía ser interpretada como la extrapolación dramática del crecimiento de las fuerzas productivas en lo que a población y mano de obra respecta; un crecimiento que -se sabía entonces con firmeza- tarde o temprano formalizaría su inevitable conflagración con las relaciones de producción. Las dictaduras militares de los 70, entonces, pudieron ser interpretadas como el manotón de ahogado que ponía entre paréntesis a sangre y fuego esas convicciones sobre el futuro; pero, mientras tanto, el sentido de la historia no podía dejar de manifestarse en todo su esplendor en exóticos paisajes africanos y asiáticos. El avance del “socialismo” se materializaba en Angola, en Etiopía, en Camboya o en el Yemen; los Estados Unidos veían resentirse su influencia en Irán como antes en Indochina; y, para colmo, ya sobre el final de la década, la revolución nicaragüense de 1979 reactualizaba el tema en idioma castellano y le devolvía su vigencia en nuestras propias tierras. Los sacrificios, los errores y hasta los horrores se encontraban alineados y justificados por una visión mecanicista del “progreso” y, sobre todo, del porvenir: un porvenir que, sin embargo, no era pronóstico ni adivinación sino apenas -con fundamentos “científicos”, naturalmente- una ecografía de la realidad.



Pero el porvenir no sólo demoró su advenimiento sino que puso sobre el tapete su inesperada reversibilidad. Entre 1985 y 1991 -desde el lanzamiento de la perestroika de Gorbachov hasta la desaparición de la Unión Soviética como tal- el otrora poderoso “socialismo realmente existente” se desmoronó piedra sobre piedra: un piano de cola se estrelló sobre la cabeza de los más devotos al tiempo que, como símbolo insustituíble, un astronauta de la vieja URSS aguardaba en la cósmica inmensidad que algún país se dignara devolverlo a tierra firme. De allí en más, aquellos Estados “socialistas” que no experimentaron entonces las mismas convulsiones institucionales emprendieron o confirmaron sendos destinos inmediatos de reconversión capitalista y se incorporaron -cada cual a su modo y con sus propios matices- al nuevo des-orden mundial.[2] Culminaba así el más vasto y ambicioso proyecto de ingeniería social de que pueda dar cuenta la historia; un proceso que en algún momento se identificó con la vieja promesa de una sociedad de seres libres, iguales y solidarios. A lo largo y a lo ancho del planeta, en los países que habían sido “socialistas” y en los que nunca lo fueron, millones de personas con profunda vocación de cambio sintieron que sólo quedaba un cráter ideológico de considerables proporciones: otro vacío que, hasta ahora, también parece imposible de llenar.




3.- A derecha e izquierda, con mayor fuerza luego de la debacle “socialista”, la realpolitik recuperó sus fueros y el espacio en el que teóricamente se dirimen las cosas públicas fue cubierto por un telón de indiferencia, impotencia y desencanto. Cada vez más las decisiones efectivamente gravitantes se adoptan en claustros impermeables al control ciudadano y los ejercicios connaturales a la democracia representativa inciden en el rumbo y el ritmo del mundo cada vez menos. Por un lado, el hacer y el no hacer de un país cualquiera -excepción hecha de los Estados centrales- se discuten previa y exclusivamente con técnicos omnipotentes, de comprobada incompetencia[3] y externos a los ámbitos definidos de eso que alguna vez se conoció como “soberanía”; técnicos de los cuales algunas veces se desconocen hasta sus nombres, aunque siempre hayan de contar con el sacrosanto aval de los organismos internacionales de crédito. Por otra parte, se eligen presidentes, senadores, diputados o alcaldes pero no parece haber lugar alguno del planeta en que la gente pueda elegir su propia vida. Se dice genéricamente que “se puede” o que “otro mundo es posible” y, acto seguido, que tales y cuales cosas no son siquiera pensables más acá del reino de la utopía; se dice que hay que festejar ahora mismo e, inmediatamente después -luego del repaso y la rúbrica de los compromisos financieros y de las múltiples limitaciones “globales”-, que no hay demasiado lugar para el regocijo. La práctica política convencional se vuelve una calistenia sin sustancia y la escenografía que la alberga empieza a ser percibida como un retablo en ruinas. La política estatal clásica, glorificada con mesura alguna vez como el arte de lo posible, se ve reducida a la ominosa condición de farragoso juego de palabras, irresoluble anagrama, ridícula sopa de letras e irrelevante cotorreo. Mientras tanto, detrás del primer plano de la mediocridad, el horizonte sólo parece admitir una línea de fuga todavía borrosa e imprecisa.


Realmente, la llamada “globalización” acentúa la declinación de las funciones instrumentales y simbólicas del Estado en la enorme mayoría de los países del orbe. En ellos, el Estado deja de ser el medio institucional y orgánico a través del cual procesar la obtención de determinados fines y tampoco es ya -si es que alguna vez lo fue- la instancia en la cual se condensan ciertas, aunque muy vagas, identidades colectivas. La vida de millones de personas es instantáneamente afectada por operaciones sustraídas al juego de las instituciones estatales democráticas; operaciones que les son drástica y enteramente ajenas. En un mundo relativamente “integrado” y “global” como el nuestro, un flujo financiero ocasional, una evaluación negativa de las calificadoras de riesgo, una decisión de la Reserva Federal norteamericana sobre las tasas de interés son, entre otros ejemplos, movimientos que pueden dejar detrás de sí un tendal de damnificados, sin que exista sobre ellos la menor posibilidad de incidencia. Muchas de las decisiones de mayor peso son adoptadas por organizaciones inter-estatales, para-estatales, supra-estatales o extra-estatales -ya se trate del G7, de la OMC o del Foro de Davos- y, lo que es conceptualmente más importante, al margen de lo que, en términos históricos, ha sido la construcción consuetudinaria de la polis; y, por lo tanto, al margen también de cualquier posibilidad real, simulada o tan siquiera ficticia de participación. La esfera política -supuestamente autónoma y soberana- es, entonces, casi un decorado refractado y apócrifo del poder al que sólo parece reservársele la ignominiosa faena de prestarle su ominosa legitimación. No es extraño, por ende, que la misma haya dejado de ejercer encantamiento alguno y que en ese entorno territorial se consume un nuevo vacío; un vacío que, otra vez, fatigosamente, también parece imposible de llenar.


4.- Un vacío, dos vacíos, tres vacíos, muchos vacíos que parecen imposibles de llenar y en los que ahora no es prudente abundar, pero que, sin duda alguna, se constituyen en la tónica de nuestro tiempo; algo así como su grifa en el orillo.[4] Mientras tanto, en los intersticios de tantas oquedades, han fermentado las condiciones de posibilidad de un movimiento radical neo-anarquista, capaz de reconocer sus antecedentes históricos más lejanos pero también de diseñarse a sí mismo y de perfilarse a partir de la historicidad específica que lo marca de cabo a rabo. Ese movimiento fue madurando lentamente durante los años 80 y 90 del siglo pasado y acabó “oficializando” su despampanante irrupción en las jornadas de diciembre de 1999 en la ciudad de Seattle; ruidoso hito de un silencioso proceso del que la gran prensa internacional parecía no haberse percatado. Allí, los “primitivistas” de Oregon, a quienes se imputó la aproximada condición de discípulos de John Zerzan, se contaron entre los principales impulsores de aquella multitudinaria movilización que, sin que los más avezados analistas políticos lo esperaran, dio al traste con la ampulosamente denominada Ronda del Milenio de la Organización Mundial del Comercio. Los vecinos de los alrededores de Seattle, sin embargo, se enteraron un tiempo antes que las academias y los grandes medios de comunicación. En las semanas previas a tan monumental encuentro, se preparó la llegada de militantes de las más diversas procedencias, anunciando la pacífica intención de montar un campamento gigantesco; al estilo de Woodstock pero ahora con un relieve claramente antagonista. Con su proverbial desfachatez, estos nuevos incordios aleccionaron a los pobladores del lugar con una consigna un tanto extraña para los patrones habituales de medida pero de impacto real: “¡Adopte un anarquista!” Según parece, a estar por lo que luego difundieron las agencias noticiosas de mayor calibre, la ciudad de Seattle terminó siendo efectivamente la cuna provisoria y simbólica de uno de los movimientos juveniles más característicos del momento histórico que nos ha tocado vivir.




Las escenas de entonces volvieron a repetirse, con algún tipo de similitud, una y otra vez, en cada una de las instancias subsiguientes de movilización contra las nuevas instituciones “globales”: en Praga, en Sidney, en Génova, en Gotemburgo, en Bruselas, en Tesalónica o en Varsovia. ¿Fenómeno propio de las sociedades opulentas, por lo tanto, y de su periferia inmediata? Quizás así lo parezca en un travelling apresurado y superficial, no obstante lo cual un análisis más fino habrá de revelarnos algunas aristas diferentes. Por lo pronto, puede admitirse que en dichas sociedades tal vez el fenómeno haya tenido una anticipación cierta y tenga todavía una mayor intensidad, así como es constatable que allí radicaron y radican los principales focos de irradiación. Sin embargo, los ecos del asunto parecen seguir un curso que contradice la impresión inicial. Con las adaptaciones a que cada cultura o cada país dé lugar, el impulso neo-anarquista parece recorrer hoy una geografía bastante más irregular y accidentada que aquella de la que puede tomarse nota con el sencillo expediente de un Eurailpass. Núcleos de difusión o de agitación anarquista pueden encontrarse hoy en lugares que fueran tradicionalmente inhóspitos o inaccesibles; muchas veces detrás de concepciones que eran inimaginables veinte años atrás. La Awareness League de Nigeria, por ejemplo, entiende que el anarquismo resulta ser algo así como la proyección natural del comunitarismo tribal; el grupo Anarchist against the wall consolida en una misma práctica transgresora a israelíes y palestinos en la franja de Gaza; en Estados Unidos se reúnen negros y pieles rojas para sostener que las concepciones libertarias son las que mejor se adaptan a la reivindicación de las identidades originarias; en Nueva Zelanda serán los maoríes quienes intentarán hacer otro tanto y así sucesivamente.[5] Sin olvidarnos, por supuesto, de desarrollos menos exóticos y más previsibles que aparecen aquí y allá; que también se manifiestan en América Latina -siempre en el tono de minorías activas y en expansión- y que adquieren mayor fuerza en lugares como Brasil, México, Argentina o Chile.[6]


5.- ¿Moda o tendencia, entonces? En principio, parecería que en un mundo de muchos vacíos y muy pocos sueños al anarquismo le estuviera reservada la apelación a la desmesura, la frotación de las llagas y la intransigencia libertaria. Si, por ejemplo, los realistas proclaman que son preocupantes los programas nucleares que quizás podrían desarrollar Irán o Corea del Norte, los anarquistas replicarán que más preocupantes todavía son los programas, ya desarrollados y de eventual continuación, que Estados Unidos y demás miembros del Club Nuclear han tenido y tienen entre manos. Si, por poner otro caso, los negociadores de profesión estudian intrincadas fórmulas para poner fin a la guerra en Irak, los anarquistas defenderán la idea de que es preciso acabar no sólo con ésa sino con todas las guerras, empezando ahora mismo por terminar con las instituciones militares que las alimentan. Y digamos que -sólo para cerrar este tramo y no precisamente porque no haya muchos más ejemplos a los que recurrir-, si a sesudos calculistas se les ocurre que un moderadísimo impuesto a las transacciones bancarias podría financiar un proyecto universal de reducción de la pobreza, los anarquistas contestarán que poco y nada se conseguirá con eso y que los grandes flujos financieros son en sí mismos expresiones y gérmenes de desigualdad. En líneas generales: en un mundo en el que se ha producido una formidable concentración adicional del poder y de los privilegios y frente al cual los timoratos sólo son capaces de elucubrar zurcidos y remiendos que rápidamente desnudan su inocuidad, el pensamiento y las prácticas anarquistas insisten tercamente en recordar la necesidad de un nuevo curso de corte y confección. No es raro, entonces, que presenciemos acercamientos emblemáticos de personas formadas al calor de otras certezas y que hoy sienten en carne viva la fuerza del desengaño: así, el viejo comunista José Saramago afirma que sigue siéndolo pero que ahora se ha percatado que sólo es posible ser “comunista libertario” al tiempo que el joven Canek Sánchez Guevara -el nieto del Che, a pesar de que a él le moleste hacer uso de esta referencia parental- proclama, desde una experiencia de vida y unos códigos más propios de su edad, siguiendo un verso de los Sex Pistols, “I am an anarchist”.[7]


Una vez más: ¿moda o tendencia? Supongamos que las sociedades humanas no pueden sobrevivir dignamente si al menos una parte de ellas no se siente animada por el temblor inquietante de la utopía; por ese entrañable estremecimiento de exaltación, de búsqueda y de realización de nuevas relaciones de convivencia; por esa erupción que no quiere reconocer sus límites y que se orienta siempre más allá de los mismos.[8] Supongamos también que el ejercicio implacable de la crítica radical es una necesidad imperiosa de la inteligencia y que no es posible cultivarla, ni tan siquiera oxigenarla, sino a través de un movimiento de interrogación, puesta en suspenso y depuración hasta del aire viciado que nos rodea. Supongamos, por último, que el aliento de la rebeldía y los apetitos libertarios son por lo menos casi tan fuertes como el desaliento de la “servidumbre voluntaria” de la que hablaba Etienne de la Boetie varios siglos atrás y que, para los más ariscos y enragés, no hay vida que valga la pena ser vivida si no es afirmando su singularidad frente al poder. Si todo esto fuera así, entonces el neo-anarquismo que hoy parece estar despuntando no debería ser percibido de otra forma que como la respuesta preliminar pero segura a las decepciones que han quedado por el camino y, sobre todo, a los muchos vacíos que todavía existen por delante y a los que habrá que enfrentar. La contestación antagónica del vacío no es otra que la plenitud y este neo-anarquismo que hoy despunta ofrece -por añadidura, en un mismo “set”- nada menos que la plenitud de la utopía, la plenitud de la crítica y la plenitud de una interminable rebelión. No hay moda de este modo; y, por lo tanto, al menos como tendencia, habrá que ir acostumbrándose -por fas o por nefas, con un rictus de amargura o con una inconfundible, irreverente e irónica mueca de placer- a que los convidados de piedra que marchan bajo esas banderas sean, cada día que pasa, cada vez más.
 
Creación OKUPA okupa y resiste